Para los incrédulos: cuando acabe con el viaje a Hawaii hablaré de otras cosas que no son Lost. Lo prometo. Pero las prioridades son las que son...
Este quinto día tocaba ir de expedición a la otra punta de la Isla, es decir, a la Costa Norte. Y como para ir andando pillaba un pelín lejos, no nos quedó más remedio que cojer un autobús.
El sistema de autobuses, lanzaderas y transportes varios en Honolulu es curioso. Sobre todo las líneas que conectan con el aeropuerto. Básicamente, la regla es sálvese quien pueda: hay cientos de compañías, cada una con el horario, la frecuencia y las paradas que les indica su señora madre. O sea, que cada cual va a su bola y si no lo entiendes te jodes y caminas.
Dentro de este apocalipsis, una luz de esperanza y claridad permanece imperturbable: TheBus, o lo que es lo mismo, la compañía pública de buses. Salvando el hecho de que los únicos planos de las líneas había que comprarlos y sólo estaban en coreano (o similar) y de que en la mayoría de las paradas no ponía qué líneas se detenían allí, el servicio se podría calificar de regulero tirando a aceptable (no en vano, habían ganado varias veces el premio al mejor servicio de autobuses de los Estados Unidos. No alcanzo a imaginar cómo será en otras ciudades).
Total, que al pagar, el conductor te da un papel que, hasta bien pasado el día, no nos dimos cuenta de que era un vale para transbordo (sí, por 2$ tenías ida y vuelta). Otra cosa extraña es que la gente no deja de cambiarse de sitio durante el viaje, y además sin razón ninguna (supongo que se aburren, no sé). Y para solicitar que te paren, nada de botones: un alambre que cruza cada lado del bus del que hay que pegar un estirón.
En fin, que después de dos horas de viajecito (la mayor parte de las cuales fuimos de pie, que entre la gente que había y el caos de sus continuos cambios de sitio, siempre había alguna viejecilla que nos birlaba los huecos libres), llegamos al destino. Bueno, a un par de paradas antes o después de donde queríamos llegar, que no lo teníamos muy claro.
El plan era (sí, lo habéis adivinado, avezados lectores) visitar una localización de Lost. Pero no una cualquiera: el campamento de la playa de nuestros queridos Losties. Tras intentar llegar a ella por una calle llena de casas privadas, y toparnos otra vez con un cartel de NO TRESPASSING, decidimos aplicar de nuevo la técnica denominada "ve por la playa como un imbécil que no es ilegal". Conclusión: camina dos kilómetros por la carretera hasta llegar a una playa, métete y camina los dos kilómetros de vuelta por la playa.
¿Alguna vez habéis caminado por una playa con botas de montaña? No es una experiencia agradable, sobre todo con solazo y arena fina de la que te hundes hasta la rodilla. Así que a mitad de camino me las quité y las llevé en la mano para no manchar la mochila de arena. Grave error, como se demostró después.
Sobre las playas de la costa norte: una pasada, como las de la costa sur. Eso sí, en vez de tomar el sol y darte un bañito, en éstas lo que se hace es surf: basta comprobar el oleaje que había el día que estuvimos nosotros.
Y como este post ya se está alargando demasiado, dejo la parte Lost del día 5 para el siguiente.
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Lo siento, no puedo evitarlo, tengo que poner al menos una fotillo:
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